Mauro Mina, Parte 2
Octubre de 1962. Había pasado más de una década desde aquella nota del Diario La Crónica que recordábamos la semana pasada y Mauro Mina ya era un ídolo del deporte nacional. Como campeón sudamericano y con el reconocimiento continental, se hablaba de un posible combate contra Harold Johnson, campeón del mundo de los semipesados. Pero antes de eso, el chinchano tenía que medirse contra el número uno del mundo, el norteamericano nativo de Seattle, Washington, Eddie Cotton.
Eddie Cotton era el típico caso del boxeador cuyo mayor obstáculo para llegar a un título del mundo era el de ser demasiado bueno. Todos le huían y nadie quería enfrentarlo. Cuando finalmente le llegó la oportunidad del título perdió ajustadamente en decisión dividida contra Harold Johnson y nunca le fue otorgada la revancha. En su segunda oportunidad ya tenía 40 años y a pesar de eso dio una gran pelea contra el boricua Chegui Torres, perdiendo otra vez por puntos. Mina y Cotton subieron al ring del Estadio Nacional ante la presencia de cuarenta mil personas (algo sin precedentes en la historia del boxeo peruano) con el objetivo de quedar como challenger indiscutido al título del mundo. El gran Pepe Salardi, juez en más de cuatro mil combates profesionales, fue el árbitro. El diario El Comercio al día siguiente decía:
"El combate fue recio, saturado de pasajes emotivos y en varios de sus episodios produjo la sensación que podía tener un violento fin a favor de Mina (...) El último tañido de la campana encontró a nuestro campeón aún con energías, contrastando con el agotamiento y las lesiones que presentaba Cotton en el rostro".
Mauro Mina fue declarado ganador por decisión unánime de los jueces y en consecuencia quedaba clasificado como el aspirante número uno a la corona mundial de los semipesados. El siguiente paso era el Madison Square Garden de Nueva York y hacia allá fue Mauro.
Sólo un mes después de la resonante victoria frente a Cotton, viaja acompañado de una nutrida comitiva de fanáticos peruanos dispuestos a alentarlo en la meca del boxeo mundial. Su rival esta vez sería otro norteamericano y ranqueado mundial, Henry Hank. El 24 de noviembre de 1964 Mauro aparece por primera vez en las pantallas de televisión estadounidenses y despeja todas las dudas que podían quedar sobre él. En una pelea apretada y bajo las luces del Madison, el chinchano se lleva por delante en el cuerpo a cuerpo a Hank desplegando técnica y pundonor. Por primera vez se escucha el grito de "¡Perú!, ¡Perú!" en el Madison Square Garden (Veinte años después se volvería a escuchar cuando el peso ligero Orlando Romero “Romerito” perdió contra Ray Mancini, quizá, ahora sí, por última vez) Los jueces le dan la victoria por puntos y la oportunidad de pelear frente a Harold Johnson estaba al alcance de sus manos.
La idea de Max Aguirre, promotor de Mauro, era llevar a Johnson a Lima para que ponga en juego el título mundial. Para ello contaba con el apoyo del entonces Presidente de la República, el General Ricardo Pérez Godoy. Se decía que el Jefe de Estado había dado su consentimiento en liberar totalmente el gravámen del dieciocho por ciento que pesaba sobre los encuentros profesionales de boxeo para que de esa manera Aguirre pudiera cumplir con pagar los cincuenta mil dólares que solicitaba Harold Johnson como bolsa. Sin embargo, en enero de 1963, trascendieron declaraciones llegadas desde Estados Unidos en el sentido que bajo ninguna condición el campeón mundial aceptaría disputar su corona en Sudamérica. Habría que preguntarse aquí si aquellos que manejaban los destinos de Mauro no fueron cegados por la posible oportunidad de una jugosa recaudación en las taquillas, cuando el objetivo principal debía haber sido la opción de tentar por el título mundial.
Mientras tanto Mauro le da la revancha a Eddie Cotton en Lima en Enero de 1963 y le vuelve a ganar inobjetablemente, esta vez en doce rounds. El moreno de la hacienda Sarandango había cumplido con lo que se le encomendó: vencer a cuanto rival le pusieran al frente, sin poner excusas, haciendo lo que le pedían. Tal vez no contaba con que el mundo del boxeo profesional es tirano y no siempre se dan las oportunidades a quien más lo merece. Para complicar más las cosas, Harold Johnson pierde en Junio de ese año el título mundial frente a Willie Pastrano (en un combate polémico que hasta el día de hoy suscita discusiones).
Con un nuevo campeón en cartera había que empezar desde cero con las tratativas. Esperando la nueva oportunidad, Mauro derrota en Lima a los norteamericanos Dave Russell, Leslie Smith y al futuro campeón mundial Bob Foster y en Noviembre de 1963 viaja nuevamente rumbo al Madison Square Garden. Esta vez su rival sería el semipesado de Chicago Allen Thomas. La idea era vencer a Thomas y luego retar a Willie Pastrano. Se decía que los hermanos Dundee (más conocidos luego por llevar las carreras de Alí y Leonard) habían dado su consentimiento a la posibilidad de que la pelea se lleve a cabo en Miami.
Pero unos días después del arribo de Mina en Nueva York, cae un baldazo de agua fría. Los exámenes médicos que le habían realizado previos a su pelea con Thomas habían revelado que sufría de un lesión en el ojo izquierdo, específicamente un desprendimiento de retina, el cual le impediría subir a un cuadrilátero bajo riesgo de perder la visión.
Quedó al descubierto entonces que dicha lesión se había producido mucho antes, durante la pelea en la que Mauro venció al cubano Lino Rendón en Lima en 1962 y que había sido intervenido quirúrgicamente en una clínica de la capital en Marzo de 1963. Su manager Oscar Terán había mantenido en secreto dicha operación por temor a que el chinchano perdiera la oportunidad de pelear por el título. La suerte, o la mala suerte de Mauro, estaba echada desde antes de poder pelear por la corona del mundo. El médico que lo había operado, el doctor Manuel Quiróz Haro, salió a decir que Mina seguiría triunfando en los rings del mundo pues la intervención había sido un éxito, "es más facil que se le desprenda la retina del otro ojo", dijo. Todavía en Nueva York, el reconocido oftalmólogo Ramón Castroviejo examinó a Mauro y determinó que el ojo izquierdo estaba en excelentes condiciones. Declaró además que no veía porque habría que impedirle seguir boxeando.
Pero en el boxeo mundial las oportunidades son efímeras, y más aun tratándose de un peleador latinoamericano. La suerte estaba echada. Mauro Mina se mantendría en actividad hasta fines de 1965, pero el fogonazo de la fama ya se había apagado. La oportunidad del título estaba más lejos que nunca. El 11 de noviembre de 1965 en Lima, Mauro Mina Baylón realizaba su última pelea profesional venciendo por puntos al italiano Piero Del Papa. La prensa y el aficionado nacional dijeron que el fallo había sido injusto y localista y que Mauro no era el mismo de antes. A diferencia de tantos otros pugilistas, el más grande boxeador peruano de todos los tiempos supo cuando la hora de colgar los guantes había llegado. Y lo hizo sin quejarse de la mala pasada que le había jugado el destino, con humildad y sin aspavientos. De la misma manera que había llegado de una hacienda de Chincha, quince años atrás.
5 Comments:
Gracias Juan Carlos por este trabajo invalorable. Podremos esperar en el futuro notas de otras glorias del boxeo peruano como Frontado, Davila, Marcelo Quinones, Rocco o Romerito?
Javier desde Canada.
Excelente nota, ojalá nuestras autoridades deportivas se acuerden de él porque constituye un excelente ejemplo para nuestra juventud.
DE PUERTO RICO MIS MAS GRANDES RESPETOS Y ADMIRACION A UN VERDADERO CAMPEON SIN CORONA ,QUE NO TUVO DE SU PARTE LOS GRANDES INTERESES QUE HOY EN DIA TIENEN DE CAMPEONES A PUGILES QUE NO LE LLEGAN NI A LAS SUELAS DE SUS ZAPATILLAS.
bien Mauro MINA por el boxeo y por darnos esa alegría a todos los Peruano esos tiempos siguen grabados te lo aseguro bien por ti ...todo ese récord de peleas me quede sorprendido!!!!!!
Hoy sentado frente a los retratos en la oficina privada del Dr. Manuel Quiroz Haro, brillante medico oftalmólogo que opero a Mauro Mina, que en vida fue parte de los sucesos de la polémica surgida en torno a la operación del destacado boxeador peruano. Su vida y obra desconocida por muchos del Dr. Manuel impresionan y bien merecerían escribirla y resulta un honor trabajar para sus herederos, y despiertan mi admiración aunque no lo conocí personalmente. Abogado Francisco Loyola
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