Sunday, August 13, 2006

Mauro Mina, Parte 2















Octubre de 1962. Había pasado más de una década desde aquella nota del Diario La Crónica que recordábamos la semana pasada y Mauro Mina ya era un ídolo del deporte nacional. Como campeón sudamericano y con el reconocimiento continental, se hablaba de un posible combate contra Harold Johnson, campeón del mundo de los semipesados. Pero antes de eso, el chinchano tenía que medirse contra el número uno del mundo, el norteamericano nativo de Seattle, Washington, Eddie Cotton.

Eddie Cotton era el típico caso del boxeador cuyo mayor obstáculo para llegar a un título del mundo era el de ser demasiado bueno. Todos le huían y nadie quería enfrentarlo. Cuando finalmente le llegó la oportunidad del título perdió ajustadamente en decisión dividida contra Harold Johnson y nunca le fue otorgada la revancha. En su segunda oportunidad ya tenía 40 años y a pesar de eso dio una gran pelea contra el boricua Chegui Torres, perdiendo otra vez por puntos. Mina y Cotton subieron al ring del Estadio Nacional ante la presencia de cuarenta mil personas (algo sin precedentes en la historia del boxeo peruano) con el objetivo de quedar como challenger indiscutido al título del mundo. El gran Pepe Salardi, juez en más de cuatro mil combates profesionales, fue el árbitro. El diario El Comercio al día siguiente decía:

"El combate fue recio, saturado de pasajes emotivos y en varios de sus episodios produjo la sensación que podía tener un violento fin a favor de Mina (...) El último tañido de la campana encontró a nuestro campeón aún con energías, contrastando con el agotamiento y las lesiones que presentaba Cotton en el rostro".


Mauro Mina fue declarado ganador por decisión unánime de los jueces y en consecuencia quedaba clasificado como el aspirante número uno a la corona mundial de los semipesados. El siguiente paso era el Madison Square Garden de Nueva York y hacia allá fue Mauro.

Sólo un mes después de la resonante victoria frente a Cotton, viaja acompañado de una nutrida comitiva de fanáticos peruanos dispuestos a alentarlo en la meca del boxeo mundial. Su rival esta vez sería otro norteamericano y ranqueado mundial, Henry Hank. El 24 de noviembre de 1964 Mauro aparece por primera vez en las pantallas de televisión estadounidenses y despeja todas las dudas que podían quedar sobre él. En una pelea apretada y bajo las luces del Madison, el chinchano se lleva por delante en el cuerpo a cuerpo a Hank desplegando técnica y pundonor. Por primera vez se escucha el grito de "¡Perú!, ¡Perú!" en el Madison Square Garden (Veinte años después se volvería a escuchar cuando el peso ligero Orlando Romero “Romerito” perdió contra Ray Mancini, quizá, ahora sí, por última vez) Los jueces le dan la victoria por puntos y la oportunidad de pelear frente a Harold Johnson estaba al alcance de sus manos.

La idea de Max Aguirre, promotor de Mauro, era llevar a Johnson a Lima para que ponga en juego el título mundial. Para ello contaba con el apoyo del entonces Presidente de la República, el General Ricardo Pérez Godoy. Se decía que el Jefe de Estado había dado su consentimiento en liberar totalmente el gravámen del dieciocho por ciento que pesaba sobre los encuentros profesionales de boxeo para que de esa manera Aguirre pudiera cumplir con pagar los cincuenta mil dólares que solicitaba Harold Johnson como bolsa. Sin embargo, en enero de 1963, trascendieron declaraciones llegadas desde Estados Unidos en el sentido que bajo ninguna condición el campeón mundial aceptaría disputar su corona en Sudamérica. Habría que preguntarse aquí si aquellos que manejaban los destinos de Mauro no fueron cegados por la posible oportunidad de una jugosa recaudación en las taquillas, cuando el objetivo principal debía haber sido la opción de tentar por el título mundial.

Mientras tanto Mauro le da la revancha a Eddie Cotton en Lima en Enero de 1963 y le vuelve a ganar inobjetablemente, esta vez en doce rounds. El moreno de la hacienda Sarandango había cumplido con lo que se le encomendó: vencer a cuanto rival le pusieran al frente, sin poner excusas, haciendo lo que le pedían. Tal vez no contaba con que el mundo del boxeo profesional es tirano y no siempre se dan las oportunidades a quien más lo merece. Para complicar más las cosas, Harold Johnson pierde en Junio de ese año el título mundial frente a Willie Pastrano (en un combate polémico que hasta el día de hoy suscita discusiones).

Con un nuevo campeón en cartera había que empezar desde cero con las tratativas. Esperando la nueva oportunidad, Mauro derrota en Lima a los norteamericanos Dave Russell, Leslie Smith y al futuro campeón mundial Bob Foster y en Noviembre de 1963 viaja nuevamente rumbo al Madison Square Garden. Esta vez su rival sería el semipesado de Chicago Allen Thomas. La idea era vencer a Thomas y luego retar a Willie Pastrano. Se decía que los hermanos Dundee (más conocidos luego por llevar las carreras de Alí y Leonard) habían dado su consentimiento a la posibilidad de que la pelea se lleve a cabo en Miami.

Pero unos días después del arribo de Mina en Nueva York, cae un baldazo de agua fría. Los exámenes médicos que le habían realizado previos a su pelea con Thomas habían revelado que sufría de un lesión en el ojo izquierdo, específicamente un desprendimiento de retina, el cual le impediría subir a un cuadrilátero bajo riesgo de perder la visión.

Quedó al descubierto entonces que dicha lesión se había producido mucho antes, durante la pelea en la que Mauro venció al cubano Lino Rendón en Lima en 1962 y que había sido intervenido quirúrgicamente en una clínica de la capital en Marzo de 1963. Su manager Oscar Terán había mantenido en secreto dicha operación por temor a que el chinchano perdiera la oportunidad de pelear por el título. La suerte, o la mala suerte de Mauro, estaba echada desde antes de poder pelear por la corona del mundo. El médico que lo había operado, el doctor Manuel Quiróz Haro, salió a decir que Mina seguiría triunfando en los rings del mundo pues la intervención había sido un éxito, "es más facil que se le desprenda la retina del otro ojo", dijo. Todavía en Nueva York, el reconocido oftalmólogo Ramón Castroviejo examinó a Mauro y determinó que el ojo izquierdo estaba en excelentes condiciones. Declaró además que no veía porque habría que impedirle seguir boxeando.

Pero en el boxeo mundial las oportunidades son efímeras, y más aun tratándose de un peleador latinoamericano. La suerte estaba echada. Mauro Mina se mantendría en actividad hasta fines de 1965, pero el fogonazo de la fama ya se había apagado. La oportunidad del título estaba más lejos que nunca. El 11 de noviembre de 1965 en Lima, Mauro Mina Baylón realizaba su última pelea profesional venciendo por puntos al italiano Piero Del Papa. La prensa y el aficionado nacional dijeron que el fallo había sido injusto y localista y que Mauro no era el mismo de antes. A diferencia de tantos otros pugilistas, el más grande boxeador peruano de todos los tiempos supo cuando la hora de colgar los guantes había llegado. Y lo hizo sin quejarse de la mala pasada que le había jugado el destino, con humildad y sin aspavientos. De la misma manera que había llegado de una hacienda de Chincha, quince años atrás.

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Monday, August 07, 2006

Mauro Mina, "El Expreso de Chincha"

Al lector habitual del Diario La Crónica no tendría porqué llamarle especialmente la atención una nota de la edición tarde del 26 de Diciembre de 1950 que se encuentra en el sótano de la Biblioteca Nacional de Lima. En ella se anuncia la llegada a la capital desde Chincha de algunos boxeadores amateurs, entre ellos un moreno peso mediano de nombre MAURO MINA BAYLÓN. Al fin y al cabo, talentos y nuevas promesas surgían todos los meses en el boxeo peruano.

Sería dificil encontrar a alguien que hoy recuerde esa nota del Diario La Crónica. Pero sucede que a algunos con frecuencia se nos da por ese pasatiempo, en apariencia inútil, de rescatar notas olvidadas del pasado. Siempre me ha llamado la atención el hecho de que los testimonios más importantes de la historia del deporte peruano hayan sido sospechosamente orales y que pocos se hayan tomado el trabajo de cuestionar esa suerte de teléfono malogrado del que nos valemos para sustentar, por ejemplo, que Adolfo Hitler eliminó por decreto a la selección peruana de fútbol de las Olimpiadas de Berlín o que a Lolo Fernández los chilenos le dieron un cheque en blanco para que llenara la cantidad que mejor le acomodara.

Sorprendido entonces por ese artículo en el que se mencionaba a Mauro Mina, decidí comprobar por propia cuenta en varios viajes a la Biblioteca Nacional de la que alguna vez fue la Avenida Abancay (la Avenida Abancay de mi niñez nada tiene que ver con esta donde diariamente tenía que sortear a individuos empecinados en que me tomara una foto tamaño carnet), si era verdad aquello que hemos escuchado más de una vez: Que Mina fue el más grande boxeador peruano de todos los tiempos, el número uno del mundo y que una lesión en el ojo le impidió pelear por el título mundial, un deportista íntegro y disciplinado que una noche llevó cincuenta mil personas al Estadio Nacional. Quería encontrar algo más que la simple referencia casual de algún viejo cronista que lo vió pelear, algo más que los versos del valse de Chabuca Granda "Puños de Oro". Descubrí que todo lo que decían del apodado "Expreso de Chincha" era verdad y descubrí muchas cosas más sobre lo que alguna vez fue el boxeo peruano.

Pude constatar que, aunque algo venida a menos hacia inicios de la década de los cincuenta, Lima era todavía una plaza importante del boxeo sudamericano y el aficionado capitalino estaba acostumbrado a ver desfilar por los cuadriláteros de Acho, del Luna Park de la Avenida Colonial o del Coliseo Lima a pugilistas de calibre mundial. Hablamos de figuras monumentales como las del llamado "Fantasma de Filadelfia", el ex campeón mundial semipesado Tommy Loughran o la del que para muchos fuera el más grande campeón pesado de todos los tiempos: Joe Louis, "El Bombardero de Detroit". En ese ambiente de boxeo profesional competitivo se destacaron muchos púgiles nacionales: favoritos de la afición como el legendario chiclinense Antonio "Antuco" Frontado o José "Bom Bom" Coronado u otros menos conocidos ahora, pero no menos famosos en ese entonces, como Vicente Pastor, Mario Verano, Grimaldo Ulrich, Angel Bernaola, Perico García, Vicente Quiróz (quien le aguantó seis rounds al gran Archie Moore) Julio Febres, entre otros.

Mauro Mina es el producto final de esta larga trayectoria del pugilismo nacional. Nacido el 22 de Noviembre de 1933 en la Hacienda Sarandango de Chincha y ya en Lima junto con otros boxeadores amateurs, tal y como lo anunciaba la nota del Diario La Crónica, empezó a llamar la atención de los aficionados en los topes que organizaba la Federación Peruana de Boxeo. Su primer logro significativo como amateur llega en Octubre de 1951 cuando va a Chile junto con otros pugilistas nacionales y regresa invicto luego de pelear en Santiago, Valdivia y Temuco. Pero su consagración a nivel aficionado se da en Lima en Febrero de 1952 cuando se corona campeón latinoamericano en la categoría del peso mediano. Cumplido ese ciclo y con más de dos años de experiencia amateur la lógica indicaba que Mauro pasara a las filas rentadas en el año 1953. Sin embargo, y a pesar de contar con el apoyo del dirigente Oscar Terán como apoderado y Max Aguirre como promotor, tiene la mala fortuna (una constante en su carrera) de coincidir con meses de muy poca o casi ninguna actividad profesional en el boxeo peruano.

En retrospectiva, esos meses son cruciales en la trayectoria boxística de Mauro, y tal vez determinantes para que la oportunidad del título no le llegara cuando estaba en ese momento efímero en el que el boxeador profesional está en la plenitud de su carrera. Tiene que esperar entonces hasta el 22 de Octubre de 1955 para debutar como profesional. Esa noche en la desaparecida Carpa Tropicana de la Plaza Dos de Mayo, y ya en la división semipesada, Mauro se enfrenta al chileno Manuel Vargas a diez rounds. El chinchano lo tumba dos veces en el noveno, pero el sureño logra sobrevivir hasta el campanazo final y escuchar el veredicto unánime que otorgaba a Mauro Mina su primera victoria como profesional. En esa velada también pelearon los créditos nacionales Perico Morán e Isidoro "Lolo" Espinoza, pero ya desde ese entonces quedaba claro quien era la figura rutilante. No solo Mauro debutaba contra un extranjero, algo que nunca ocurría con los boxeadores nacionales, sino que su estrella era tan trascendental que nunca en su carrera de más de cincuenta combates se enfrentaría a otro boxeador peruano. Es un caso excepcional en el que algo (o alguien) que los peruanos llamamos extraordinario literalmente lo sea.

Continúa la carrera profesional de Mauro, pero sigue acechándolo el fantasma de la poca actividad: en el transcurso de los siguientes dos años sólo realizará cinco peleas, todas en Perú, todas contra boxeadores argentinos, todas ganadas, tres de ellas por la vía rápida. Viaja entonces con sólo seis peleas profesionales a Sao Paulo para su primer combate fuera del Perú, frente al experimentado semipesado brasileño Luiz Ignacio. Pierde Mina por puntos y meses después en la revancha los jueces declaran tablas. De regreso en Lima y cuatro peleas ganadas después (entre ellas al duro cordobés Antonio Díaz) se le presenta a Mauro la oportunidad de pelear por el título sudamericano. Es Octubre de 1958 y el chinchano viaja a Montevideo para enfrentar al mítico uruguayo Dogomar Martínez. El estadio del club Peñarol es testigo de una violenta pelea pactada a quince rounds de la cual resulta ganador por estrecho margen el oriental. Mauro había perdido en las tarjetas pero su demostración de talento y coraje gana los corazones de los uruguayos, quienes lo aplauden de pie al final de la pelea. El "Dogo" Martínez dice que Mauro será el próximo campeón continental y le augura muchas posibilidades de tentar por el título mundial.

Empieza entonces el ascenso vertiginoso de Mauro hacia el reconocimiento mundial. No volvería a perder un combate en los siguientes ocho años, derrotando a cuanto rival le pusieran al frente. Llegan a Lima, entre otros, el veterano Artie Towne, púgil eximio de más de cien combates profesionales y vencedor de "Antuco" Frontado y Mina le gana en diez asaltos. Wim Snoek, campeón holandés que cae por puntos. Sugar Boy Nando, moreno de la Antilllas Holandesas a quien el chinchano noquea en tres rounds, y desde Buenos Aires, Gregorio Manuel Peralta, el famoso "Goyo", hombre que nunca había sido noqueado y quien posteriormente se hiciera famoso por sus duelos con el inolvidable Ringo Bonavena, además de ser uno de los primeros en aguantarle todos los rounds de pie a ese peso pesado de cualidades sobrehumanas que se llamó George Foreman (el primero en hacerlo fue, por cierto, el peruano Roberto Dávila, el legendario "Grandazo de Surquillo").

El combate frente a Peralta se llevó a cabo en la Tribuna Norte del Estadio Nacional el 15 de Junio de 1960 frente a unos veinte mil espectadores y esto fue lo que Edmundo Pacheco Neira, cronista de Prensa Deportiva, escribió sobre el desenlace de esa pelea:

"Cuando todo hacía suponer que Peralta terminaría de pie los diez rounds, Mina le encajó un fulminante contragolpe -¡esos contragolpes de Mina!- en plena boca con su derecha cuando promediaba la octava vuelta, tirándolo de espaldas sobre el entarimado por toda la cuenta. Mina concretó así esta gran victoria y se anotó otro triunfo más a la serie que por la vía del sueño viene obteniendo."

Peralta caía noqueado por primera vez en su carrera y seguiría la seguidilla de triunfos para Mauro: el argentino Guillermo Dutschman, el chileno Humberto Loayza (cobrando la revancha para el Perú, pues este había noqueado a un alicaído Antuco Frontado unos años atras), los norteamericanos Jesse Bowdry, Freddy Mack, Allan Harmon y los ranqueados mundiales Sixto Rodríguez y Von Clay, entre otros. Ya para ese entonces Mauro había sido proclamado campeón sudamericano de los semipesados y la prestigiosa revista "The Ring" lo ubicaba entre los diez mejores del mundo. El horizonte de su carrera se perfilaba hacia Estados Unidos y el título mundial.

Pero, antes de pisar el Madison Square Garden había un obstáculo más que superar: el norteamericano Eddie Cotton, número uno del mundo quien llegó a Lima en Octubre de 1962 listo para enfrentar al sensacional moreno de Chincha.

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